lunes

Santiago en 100 palabras

Música ciega

Mientras los diversos zapatos componían sus melodías al trote por las veredas, las palomas disfrutaban jugando a la pinta unas con otras, se les unieron neumáticos, bocinazos y mil historias diferentes contándose al unísono. Don Luis escuchó al baterista de Plaza de Armas y las guitarras del Mercado Central. La música de la capital se le hizo familiar, se detuvo, sacó su flauta, y acompañó el allegro, desde la más completa oscuridad, en la esquina de Lyon con 11 de Septiembre. –“Santiago tiene una banda sonora muy especial”– pensaba mientras escuchaba caer la primera moneda en su tarro.



Una

Cada cien casas, cada ciudad concibe cimientos complementarios. Cuando comprendes cabalmente, cien casas caducan centenares; cien casas ceden caras, caricias, correazos, caricaturas, cartas correspondidas, cadáveres… ¡cuantas cosas caben cada cien casas! ¿cierto? Civiles con carisma, catando copas, concursan contando cuentos cero campestres cual crío creyendo comer cálidas comidas, claro, cuando “cien casas” calza con “c”, calzan con Capital. Como corresponde competimos con cada cual, cediendo, comprendiendo, compartiendo convivimos como ciudades cualquiera, con capital común, como cien casas, con una cara.

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N.del A: Estos 2 relatos fueron enviados a la versión 2007 del concurso, compitieron con cerca de 50.000 otros cuentos, y como no ganamos nada, los publico acá para que alguien los lea... ojala ese alguien comente. ¡Gracias!.

martes

Regalo para cinco

Mientras subo mi nariz por el borde de la tuya, aprovecho de inhalar profundamente el perfume de tus poros, ese aroma que se desliza suave y delicado como la falda que acabas de regalarle al suelo de la habitación, no sin antes obsequiársela a tus piernas, recorridas por completo. Abro mis ojos y no veo otra cosa que los tuyos, tus párpados parecen los míos, tan de cerca que pareciera que puedes ver lo que viene tras de mi. Observo como giras tu cabeza para darme ese borde entre tu mentón y tu cuello, cierras tus ojos, susurras apenas un “bésame”, o será que lo pensaste y no noté la diferencia. Obedezco la orden que habría realizado aunque no me la hubieras pedido, todo con tal de volver a sentir ese gusto a almendras y chocolate de tu piel. Escucho tu respiración, como exhalas con cada beso, como se precipita con cada prenda que te termino de sacar sin desaprovechar el palpar cada milímetro de la película que envuelve tu cuerpo, mi regalo. Somos 2 obsequios, uno para el otro y para los cinco sentidos que explotan con cada movimiento, con esta fiesta que eres tú, que llegas cual rocío en la madrugada, humedeciendo mis ojos, abriendo mi respiración, permitiéndome escuchar como vas rozando mi cuerpo, con tu sabor en mi boca, oliendo a ti.

Eres tú y la humedad, tú y mis sentidos, tú y la ropa en el suelo, tú y yo, al menos esta noche, al menos para ti.