-"Hace días que quiero escribir, pero no se me ocurre nada...
Miro al cielo y veo como los dragones se enrollan juguetones entre las nubes rosadas y doradas de un atardecer, pero no me inspiran nada.
Observo cómo el fin llega al mundo, el gigantesco apocalipsis en el que estamos envueltos, donde la ira, el odio, y el miedo hacen girar la Tierra, pero no me inspiran nada.
Espero que las historias de personas importantes se acerquen y me rocen ¿Dónde estás Gandhi?¿Qué ha sido de tu vida Malcom?¿Dime por qué Bush?, pero ellos no responden, y no me inspiran nada.
Colonizo lunas, desiertos, hielos y pantanos, observo desde la cima de una montaña, y no se me ocurre nada.
Me siento a esperar a que caiga esa hoja de otoño que te hace detener y reflexionar, regalándote una idea para escribir, y caen tantas, y solo caen, y luego, nada"- pensaba el hombre mientras contemplaba esa brillante moneda de 10 pesos que había pateado sin querer, una noche cualquiera en la ciudad. -"¿Por qué estás feliz, simple moneda?".