Antonia
...Soy un tipo tranquilo, disfruto ser parte de lo que todos llaman despectivamente como “el montón”. Prefiero una vida calmada donde mis altos pueden observar a simple vista mis bajos, donde mis pasos no dejan huella.
...Soy un tipo tranquilo, y ella también… ¿en qué momento entonces ocurrió? No tengo la menor idea. Antonia no era de cuerpo muy agraciado, ni tampoco tenía ese andar sensual del que hablan las canciones, pero Dios sabe que realizó su mejor trabajo cuando hizo esos ojos, grandes, pardos, almendrados, expresivos y sinceros. Cuando la veía directo a ellos sentía que me conocía por completo, y que a la vez se entregaba desnuda para conocerla yo también. Esos ojos grandes, sonrientes, que gritaban por conocer a un hombre distinto a mí, y que de hecho habían conocido hace un par de años, ella le llamaba ante mi como “marido”, curioso… justo como mi señora me llamaba a mi ante terceros.
...No se si alguna vez Margarita tuvo esa mirada, no se si me enamoré de ella por eso, pensándolo bien, no se si alguna vez me enamoré de ella en verdad o fue por apuros y presiones sociales… Pero lo que si se, es cómo, cada vez que me acerco más de un metro y medio a Antonia, dejo de caminar y comienza un deslizamiento suave y tranquilo, levito. Cualquier excusa sirve para observar más allá de ese par de habitáculos que nos separan, ya sea pasar innumerables veces al baño, u ofrecerme para arreglar algún problema computacional que nunca supe como corregir, todos eran viles pretextos, y ella lo sabía.
...Un día, me acerqué lo suficiente como para sentir mi ritmo cardíaco bajar a cero; y así, levitando y con el corazón detenido, noté como me miró con sus labios, surcados por un brillo que contorneaba esa hermosa boca entreabierta.
...La luz hizo su parte regalándome aquellos fulgores y sombras en los que me perdí, mis compañeros de trabajo hicieron lo suyo al desvanecerse como si nunca hubieran existido, y la oficina, al convertirse en viento y cielo.
...Me dijo que le simpatizaba, no, que en verdad estaba interesada en mi, que quería mi teléfono, que nos viéramos después… ¡a mi! ¡Un tipo común y corriente!... no logré forjar palabra.
...Esos ojos… esos preciosos labios… Antonia era hermosa y lo sabía, tenía ese caminar sensual del que hablan las canciones… pero yo… yo no.
...Nunca le pude volver a dirigir la palabra, tampoco pude volver a acercarme.
...Ahora, cada vez que beso a Margarita, ruego por abrir los ojos y encontrarme de frente con Antonia, despegarme lentamente de esos labios, sentirla sonreír… pero no es así, y así me gusta porque yo… yo soy un tipo tranquilo.