Algo extraño
Hoy pasó algo extraño.
Era un lunes cualquiera y como era común, aún faltaban unos segundos para que sonara la alarma, pero yo ya tenía los ojos abiertos. Lentamente comencé a sentir mi cuerpo despertar… lentamente también, me levanté.
Estaba nublado.
Camino al trabajo comenzó a lloviznar, primero muy despacio, luego un poco más fuerte (pero sin llover)… creo que el agua de verdad quería hacerse esperar, todos sabían que vendría, pero no aún. Cuando llegué a la oficina pasaron unos diez minutos y se desató un diluvio imparable, súbito, y mostrando su poder, se convirtió en el evento principal que buscaba ser.
Tomó un tiempo, pero finalmente esta lluvia comenzó a caer en todos nosotros, quienes estábamos secos y protegidos por fuera, pero poco a poco nos inundamos en nuestro interior, y cada vez más silenciosos, nos sumergimos, nos cerramos.
Esperé durante toda la mañana nuestro clásico encuentro… y sucedió, sin embargo no resultó todo lo bien que esperaba… o que yo esperaba… no me gusta esperar cosas, no me gusta esperar gestos. La lluvia cayó un poco más fuerte en mí.
Lo notaste.
Un par de horas más tarde hiciste un gesto que jamás habría esperado, un regalo, una sorpresa. Mostraste un interés inmenso por saber qué me pasaba, por conocer el motivo de mi silencio.
Con tu hermosa sencillez y cercanía me ofreciste salir a dar una vuelta, y a pesar de las responsabilidades no pude decir otra cosa que “¡sí claro, vamos!”. Corté los alambres de mis dedos, y creo que no lo notaste pero tomé dos segundos tu mano… hablamos de todo y de nada, nuevamente arreglamos el mundo.
Y fui feliz.
Mientras caminábamos por nuestra propia película, dejé caer las gotas de lluvia sobre mí, las sentí, las disfruté… Desde luego también aprovechaba de ver como otras, mucho más inteligentes, se peleaban por caer en ti, por rozar tu cuerpo, deslizarse por tu dulce frente, recorrer tu abrigo, pasar cerca de tus ojos, tus labios, y descansar plenas en tus bolsillos. Creo que es la primera vez que la envidia me hace sonreír.
Entonces ocurrió. Poco a poco las gotas disminuyeron el apuro raudo con que caían, mansamente (pero sin detenerse) bajaron muchísimo su velocidad, se volvieron ligeras, comenzaron a acumularse justo antes de llegar al suelo, lentamente giraron, y empezaron a subir, cayendo hacia arriba, emprendiendo el vuelo, llegando a obtener la misma fuerza de antes, pero directo al cielo, no fuimos los únicos en notarlo, pero sin duda sí fuimos los primeros.
¿Sabes que sucede cuando llueve como siempre? No solo caen gotas, también caen ánimos y cejas, ceños, hombros, pasos y estados. Todo se nubla y se cierra un poco. Pero cuando llueve hacia arriba pasa algo distinto… exactamente lo contrario, los ánimos se levantan, al igual que las miradas, se purifican las frentes, te yergues para caminar, se ilumina tu rostro, se despeja en tu interior, y lo demuestras.
Hoy pasó algo extraño, y estoy seguro que fue por ti. Por tu capacidad de cambiar el clima no solo me permitiste ver la poesía de tu rostro mojado, sino que además feliz. Cuando llueve hacia arriba, uno recuerda que más allá de los eventos, uno siempre termina por sonreír.
Gracias.