lunes

Tiembla

Noche. Silencio. Tiembla. Desde el exterior se siente esa fuerza que no alcanzamos a comprender, que remueve placas, ciudades completas, almas pobres, y ricas. Todo se remece y parece no detenerse jamás, se escucha el ruido de las cosas que caen, grandes, chicas, no importa; perder la tranquilidad no tiene ningún sentido, conservarla tampoco. Creo que por primera vez, y esta vez en la realidad, me preocupo.

Hoy se me hace imposible no escribir algo al respecto, con un corazón acostumbrado a moverse y mal enseñado a externalizar todo lo que le pasa, que me desordena estas letras, que me regala repetitivamente como primera -y casi única- satisfacción el rostro de la mujer que amo, feliz de verme por estar ahí apenas un par de minutos después que todo se sacudió como si al planeta se le hubiera olvidado que existíamos, alguien debería llamarle la atención, por nadie lo hace. Debe ser porque todos coincidimos en que no podemos culparlo de querer deshacerse de nosotros.

Pero este espacio no está en ruinas, este marco blanco es intocable, perenne, por eso decido tallarlo con este recuerdo, para que no se me olvide, que lo primero que pasó por mi cabeza mientras veía el vaivén brusco de los árboles y los techos, fueron tus ojos, esos que provocan los temblores en mis manos y demuelen todo lo que se encuentre en mi cabeza.