Cuento de un atardecer
Y así, se levantó de la vieja y desgastada silla de terciopelo burdeo, malformada por los años de roce. Esa vez, decidió caminar para ver la puesta de sol desde el balcón; prendió un cigarro, aspiró el humo rancio que hacía tanto tiempo no disfrutaba, y disfrutó la vista. Al girar y mirar hacia adentro vio su cama y, en ella, el nuevo personaje que esperaba sentado en una esquina. Inhaló una última vez y apagó el cigarro contra la madera de la baranda, caminando descalza abrió el refrigerador, se preparó unas tostadas. A la mitad de la segunda se atoró, intentó toser, resistirse; su piel, antes comparada con azulejos, ahora brillaba roja como el fuego, sus ojos se empezaron a teñir en sangre, se rindió. La muerte se puso de pie, dejó la habitación con balcón, le sonrió, la tomó de la mano, y se la llevó para que descansara.
2 comentarios:
t dio con los viejitos..q existencialista que estas, solo no t deprimas mucho ni t vuelvas muy loco mientras le das vueltas a los grandes temas de la existencia...
esperamos anciosos la edicion concreta (no virtual) de tu obra, una copia y autografiada, si no, no
Supongo que los viejitos en mi tienen más cosas que contar que los otros.
Respecto al libro, jajajaja, gracias por compartir un sueño que yo también tengo.
Un abrazo.
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