jueves

Cuento de un atardecer

Y así, se levantó de la vieja y desgastada silla de terciopelo burdeo, malformada por los años de roce. Esa vez, decidió caminar para ver la puesta de sol desde el balcón; prendió un cigarro, aspiró el humo rancio que hacía tanto tiempo no disfrutaba, y disfrutó la vista. Al girar y mirar hacia adentro vio su cama y, en ella, el nuevo personaje que esperaba sentado en una esquina. Inhaló una última vez y apagó el cigarro contra la madera de la baranda, caminando descalza abrió el refrigerador, se preparó unas tostadas. A la mitad de la segunda se atoró, intentó toser, resistirse; su piel, antes comparada con azulejos, ahora brillaba roja como el fuego, sus ojos se empezaron a teñir en sangre, se rindió. La muerte se puso de pie, dejó la habitación con balcón, le sonrió, la tomó de la mano, y se la llevó para que descansara.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

t dio con los viejitos..q existencialista que estas, solo no t deprimas mucho ni t vuelvas muy loco mientras le das vueltas a los grandes temas de la existencia...
esperamos anciosos la edicion concreta (no virtual) de tu obra, una copia y autografiada, si no, no

@ldo dijo...

Supongo que los viejitos en mi tienen más cosas que contar que los otros.

Respecto al libro, jajajaja, gracias por compartir un sueño que yo también tengo.

Un abrazo.